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“La Sequía Implacable: Samuel, el Hombre que desafió al cielo y encontró la Lluvia”

Autor; Jacobo Malowany

En las colinas desoladas de un antiguo reino en la Edad Media, existía una aldea llamada Altheria. En este lugar, la vida era dura y la gente vivía en las sombras de la ignorancia y el miedo, en tiempos oscuros donde el razonamiento era a menudo eclipsado por las emociones y supersticiones.

En una ocasión festiva se escuchó a un juglar decir: “Bienvenidos, valientes viajeros, a la antigua tierra de los mitos y leyendas, la indomable Escocia Celta. Permítanme contarles una historia que ha viajado a través del tiempo, transmitida de castillo en castillo, de juglar a juglar. Esta es la balada de Samuel y Layla”.

La historia se desarrollaba en la pintoresca aldea de Altheria, escondida entre las verdes colinas y los ríos cristalinos. Vivía un hombre llamado Samuel, quien era conocido por su positivismo inquebrantable, a pesar de las adversidades. Este hombre, con cabellos rojos como las llamas de Beltane, la festividad que marca el inicio del verano celta, y ojos azules como el vasto océano bajo la luna de Samhain, la noche en que los celtas celebraban el final de la cosecha, era conocido por su sabiduría inmensa. Para los aldeanos estaba envuelto en el oscurantismo de la época, era un hombre de corazón curioso y una mente que ansiaba comprender el mundo más allá de las creencias y las supersticiones de su tiempo. Él creía que no solo podía sobrevivir, sino que podía prosperar y sacar a su aldea de la oscuridad de la ignorancia.

Siempre se cuestionaba, siempre buscaba respuestas, y siempre se esforzaba por aprender más. Fergus, su amigo, proclamaba a Samuel como el más sabio de Altheria, similar a como Querofonte lo hizo con Sócrates. Sin embargo, Samuel, en su humildad, sostenía que su sabiduría radicaba en darse cuenta de que no sabía nada.

Un día, la aldea enfrentó una terrible sequía. El viejo sabio del pueblo, Elric, declaró que los dioses estaban enfadados y que la única manera de apaciguarlos era sacrificando a la joven más prometedora en sabiduría de la aldea, Layla. La decisión de Elric creó un conflicto entre la razón y la emoción. La gente estaba aterrada y dispuesta a seguir al viejo sabio, mientras que Samuel, quien había desarrollado una afinidad por la ciencia a través de sus viajes y lecturas secretas, sabía que el sacrificio no resolvería nada. Sin embargo, Samuel se negó a aceptar este cruel destino. A pesar de las viejas costumbres y tradiciones que prohibían tal desafío, Samuel, impulsado por la creencia de que “sí se puede”, decidió enfrentarse a la adversidad. Aseguró que no eran los dioses quienes demandaban el sacrificio, sino el ciclo natural que estaba en marcha y que la lluvia volvería en tres días sin necesidad de derramar sangre inocente.

Samuel no podía permitir que Layla muriera absurdamente, pero no podía simplemente desafiar las creencias de todos. Así que decidió una estrategia de ganar-ganar, confrontó a Elric y lo retó a un duelo de sabiduría. Si Samuel ganaba, Layla viviría y si perdía, aceptaría la decisión de la aldea.

El desafío consistía en interpretar los patrones climáticos y predecir cuándo vendría la lluvia. Samuel, gracias a sus estudios, pudo prever que la lluvia llegaría en tres días. Elric, confiando en las señales divinas y supersticiones, predijo que la lluvia vendría solo después del sacrificio.

Los tres días de espera estuvieron llenos de tensión. Pero al amanecer del tercer día, el cielo se oscureció y empezó a llover. Los campos secos volvieron a florecer, y Layla fue salvada. Samuel, con su sabiduría y fe en la naturaleza, no solo salvó a Layla, sino que también cambió la forma de pensar de Altheria. Las viejas supersticiones comenzaron a dar paso a la razón y al conocimiento.

Layla, agradecida y libre, encontró en Samuel una profunda admiración y afecto. Este hombre que había desafiado las viejas creencias por su seguridad, había ganado su confianza. Le pidió que sea su maestro, que le enseñe todo lo que necesitaba para que la situación no vuelva a suceder. Su nombre era noche en lenguas del cercano oriente y ella buscaba la luz del conocimiento.

Esta es la Balada de Samuel, la canción del Sabio Rojo. Un himno a la esperanza, a la fuerza de voluntad y a la búsqueda constante de la verdad. Esta es una historia que nos enseña que la razón y la emoción no son enemigas, sino compañeras en nuestro viaje por la vida. Que incluso en los tiempos más oscuros, siempre hay un camino hacia la luz. Y así, viajero, lleva contigo esta balada, este faro de esperanza y sabiduría. Que te acompañe en tu viaje, recordándote siempre que, incluso en la oscuridad más profunda, hay un camino hacia la luz y el amor.

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